La Vanguardia que Retrocede.
Editorial: Los Piqueteros del Catering.
Autoconvocados para avanzar, pero siempre terminan yendo para atrás.
Mientras el sol parte la tierra y las manos humildes recogen racimos bajo la promesa de un jornal digno, hay otros que, curiosamente, también dicen «luchar» por los trabajadores. Aunque, claro, su lucha es más bien por una copa de vino caro, un buen trozo de lomo, y un fajo de dólares frescos sobre una mesa con mantel importado. Bienvenidos al teatro de los Autoengrandecidos de lo absurdo, protagonizado por algunos delegados y secretarios generales con corbata de seda y delegados autoengrandecidos, que hace tiempo se olvidaron de qué lado del alambrado está el trabajador vitivinicola.
Los autoengrandecidos, antes “autoconvocados”, decidieron que la mejor manera de representar a la base de los trabajadores era montarse en camionetas de lujo, codearse con patrones, y extender la mano… no para saludar al compañero, sino para cobrar el sobre cerrado. De pie junto a la viña, pero a kilómetros de la realidad.
Los viñateros, los verdaderos protagonistas del esfuerzo, siguen agachados, cosechando a destajo. Ellos no tienen tiempo para discursos altisonantes ni para asambleas gourmet. Ellos no conocen el sabor del caviar de estos mercenarios, ni el de los vinos que solo se abren en reuniones donde se decide cómo maquillarán el abandono.
Mientras tanto, en oficinas climatizadas y banquetes sin vergüenza, algunos secretarios generales vitalicios y sus flamantes aliados “populares” brindan por logros que nadie en el campo ha visto. Firman acuerdos que solo benefician a su club cerrado de privilegios y declaran “victorias” a cambio de silencios bien pagados.
¿A quién representan? ¿Al trabajador que se rompe el lomo o a su propio bolsillo? El sindicalismo de algunos secretarios generales se pudre desde adentro cuando sus voceros terminan más cerca de los patrones que de la viña. La “representación ensobrada” se convierte en una parodia, donde los que alzan la voz por los derechos son los mismos que pisotean los principios.
Hoy más que nunca, el verdadero trabajador debe mirar con claridad: no todos los que levantan banderas son dignos de portarlas. Hay quienes, disfrazados de salarios dignos, se sirven del trabajador. Y los delegados autoengrandecidos son el nuevo rostro de esa traición con sonrisa y discurso aprendido.
Pero no olvidemos: la tierra tiene memoria. Y tarde o temprano, cosecha lo que siembra.
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