“Una radiografía de la industria vitivinícola y su impacto en la economía y la cultura nacional”
Redacción Periodismo de Opinión ✍️ Diario Digital CM24HORAS
El vino argentino es una de nuestras marcas más reconocidas en el mundo, pero detrás de cada botella hay una cadena productiva compleja, atravesada por desafíos que van desde la caída del consumo interno, los costos de producción y exportación, hasta el impacto en el empleo y la vida de miles de familias que dependen de la vitivinicultura.
En esta editorial queremos poner sobre la mesa no solo las cifras oficiales y las estadísticas más recientes, sino también la cruda realidad que atraviesa al sector. Porque hablar de números es hablar de puestos de trabajo, de economías regionales, de mercados que se abren o se cierran, y de productores que día a día sostienen con esfuerzo una de las industrias más emblemáticas del país.
Pero también resulta imprescindible analizar las conquistas y deudas pendientes en materia sindical. A lo largo de los últimos años se lograron algunos avances en derechos laborales para los trabajadores de viñas y bodegas, como la reducción de la informalidad en ciertos sectores y mejoras parciales en convenios colectivos. Sin embargo, las estadísticas revelan una realidad preocupante: gran parte de los trabajadores de temporada continúan con salarios por debajo de la línea de pobreza, sin acceso pleno a cobertura de salud ni condiciones dignas en las fincas.
Las malas gestiones, tanto del sindicato como de la federación que nuclea a los trabajadores, han profundizado este escenario. La falta de representatividad real, la ausencia de fiscalización y el distanciamiento de las bases terminan dejando a miles de familias en una situación de vulnerabilidad, mientras se discuten beneficios que pocas veces llegan a quienes más lo necesitan.
Por eso, además de los números de producción y exportación, proponemos abrir el debate sobre la realidad sindical y laboral de la vitivinicultura. Invitamos a los referentes del sector, productores, trabajadores, empresarios y dirigentes gremiales a sumarse a esta discusión con datos concretos, diagnósticos serios y una mirada honesta sobre lo que ocurre en la tierra y en las bodegas.
Hablar con números reales y sin maquillajes es hoy más necesario que nunca, para construir un futuro sostenible y justo para el vino argentino y para quienes lo hacen posible.
1) Radiografía del sector
- Superficie y tejido productivo. Argentina cerró 2024 con 199.946 hectáreas de vid, 22.039 viñedos, 1.236 bodegas inscriptas (874 elaboradoras) y una elaboración de 10,87 millones de hl de vino y 3,38 millones de hl de mosto. La cosecha fue de 19,19 millones de qq.
- Producción mundial. En 2024 Argentina produjo 10,9 millones de hl de vino, rebotando desde 2023 pero aún por debajo del promedio quinquenal.
- Exportaciones. En 2024 el complejo vitivinícola exportó US$ 931,7 millones FOB (vino fraccionado y a granel, mosto, pasas y uva fresca).
- Empleo directo e intensidad laboral. La cadena genera más de 113.000 puestos de trabajo directos y es la economía regional que más empleo crea por superficie: ~72–73 empleos cada 100 ha (muy por encima de otros cultivos extensivos).
Traducción social: es un sector denso en trabajo y arraigo territorial (Mendoza y San Juan concentran la mayor parte), pero con fuerte estacionalidad y heterogeneidad entre finca, bodega y servicios conexos.
2) Trabajadores pobres y salarios que no cubren canastas
Hablar de “trabajadores pobres” ya no es una rareza estadística:
- Pobreza nacional reciente. La tasa de pobreza bajó a 38,1% según los últimos datos oficiales publicados para 2024 (segundo semestre).
- Pobreza entre ocupados. En el 3º trim. de 2024, 27% de los asalariados vivían en hogares pobres; y si el empleo era informal, la incidencia subía a 48%. Es decir: tener trabajo no inmuniza contra la pobreza cuando el salario real está deprimido y la informalidad pesa.
- Informalidad en el agro. El trabajo no registrado en actividades agropecuarias sigue siendo elevado, lo que erosiona ingresos, aportes y acceso a protección social.
Qué pasa en la vitivinicultura. La actividad combina: i) jornales temporarios (poda, cosecha) muy sensibles al ciclo y al clima; ii) salarios de base que suelen moverse cerca de mínimos agrarios; iii) brechas entre tareas de viña y bodega; y iv) informalidad estacional en algunas zonas. Con inflación alta en 2023/24 y recomposición parcial en 2025, muchos hogares de viñateros y obreros no lograron recomprar poder adquisitivo, quedando por debajo de canastas regionales aun estando ocupados. (Síntesis basada en INDEC/EPH, CNTA/FOEVA y literatura sectorial).
3) Educación, alfabetización y “capital cultural” del trabajador
- Alfabetización. Argentina tiene 1,9% de analfabetismo (Censo 2022), un país “casi libre” de analfabetismo en términos clásicos.
- Pero el problema hoy es la terminalidad. Entre los ocupados pobres, la mitad no terminó la secundaria (≈49% vs. 78% entre no pobres), lo que limita la movilidad laboral y el acceso a empleos mejor pagos o más formales.
- Brecha territorial. En provincias vitivinícolas clave como Mendoza, la terminalidad educativa de jóvenes y adultos suele ubicarse por debajo del promedio nacional, lo que refuerza desventajas de origen.
Lectura: más que “analfabetismo” en sentido estricto, el cuello de botella está en la calidad educativa y la finalización del secundario (y competencias digitales) para salir de los segmentos más precarios de la cadena.
4) Vivienda e infraestructura: deudas estructurales
- Déficit habitacional. Las estimaciones convergen en un déficit de 3,2 a 4 millones de hogares con algún problema habitacional (déficit cuantitativo y/o cualitativo). El rango varía según la metodología.
- Infraestructura y logística. Informes recientes remarcan cuellos de botella en rutas, conectividad logística y servicios en regiones vitivinícolas (impacta en costos, accidentabilidad y en la vida cotidiana de trabajadores que se desplazan largas distancias).
Impacto diario: alquileres y materiales encarecidos, barrios sin servicios completos, transporte deficiente y poca oferta de hábitat cercano al trabajo empujan a los hogares vitivinícolas a gastar más en subsistencia y menos en educación/capacitación.
5) ¿Qué falló? Gestión pública, política salarial y organización del territorio
- Política salarial e informalidad. Paritarias y mínimos agrarios que corren detrás de la inflación + alta estacionalidad = ingresos irregulares y, a menudo, no registrados. Urge fiscalización inteligente y contratos temporarios protegidos.
- Capital humano. No alcanza con alfabetizar: hay que cerrar la secundaria y certificar competencias laborales (seguridad, maquinaria, riego, control de calidad, trazabilidad). La evidencia muestra que terminar el secundario está fuertemente asociado a menor pobreza entre ocupados.
- Infraestructura productiva y social. Rutas seguras, transporte público, conectividad digital y vivienda cerca del trabajo reducen costos e informalidad, y mejoran asistencia escolar.
- Políticas sectoriales estables. El sector exporta y genera empleo, pero necesita reglas previsibles, acceso a crédito contracíclico y apoyo a la tecnificación de pymes y cooperativas para subir productividad sin expulsar trabajo (clave en economías regionales).
6) Agenda concreta (2025–2027) para que “el vino también derrame” en los hogares
- Piso salarial efectivo en tareas temporarias y de viña, con ajustes trimestrales por inflación + premios por productividad segura (no por sobreesfuerzo).
- Formalización masiva: simplificar alta/baja estacional, incentivos a la registración y uso de billeteras laborales; inspección focalizada en picos de cosecha.
- Educación de segunda oportunidad: terminalidad secundaria flexible (nocturna, modular), aulas móviles rurales, certificación de oficios del vino y alfabetización digital.
- Parques de vivienda e infraestructura: convenios público–privados para lotes con servicios, mejoramiento habitacional y transporte interurbano en oasis productivos.
- Productividad inclusiva: riego presurizado, mecanización razonable con recapacitación del personal, mejoras de seguridad y pactos locales entre bodegas, viñateros y sindicatos para sostener empleo en “vacas flacas”.
7) En síntesis
Argentina conserva escala, tradición y marca país en vino; en 2024 exportó US$ 932–933 millones y recuperó producción. Pero la intensidad de empleo convive con salarios que no alcanzan, informalidad estacional, déficit educativo real (secundaria incompleta) y problemas de vivienda e infraestructura. La salida no es solo “más mercado” ni solo “más Estado”, sino mejor Estado y mejor organización sectorial: salarios que empaten inflación, registración efectiva, educación pertinente y hábitat digno cerca del trabajo. Si el vino refleja un territorio, mejorar la vida de sus trabajadores es condición para que la copa llegue con calidad y justicia a la mesa.
Fuentes (selección)
- INV – Datos 2024 (superficie, cosecha, elaboración, bodegas) y exportaciones 2024.
- OIV – Estado del sector mundial 2024 (producción Argentina 2024).
- COVIAR / Observatorio Vitivinícola – Empleo directo y empleo/100 ha.
- INDEC y trabajos académicos – Pobreza, distribución del ingreso e informalidad.
- Educación: Censo 2022 (analfabetismo), Sistema de Indicadores Sociales (terminalidad y pobreza).
- Vivienda e infraestructura (déficit habitacional y logística).
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