Bajo la gestión de María del Carmen Geremias, secretaria de Turismo y Recreación de FOEVA, los visitantes denuncian condiciones indignas y un servicio que deja en evidencia el abandono del lugar.
Redacción Central ✍️ Diario Digital CM24HORAS
Lo que debería ser una experiencia de descanso y disfrute se convirtió en una sucesión de quejas, decepciones y maltratos. Así lo reflejan los propios huéspedes del Hotel FOEVA, quienes dejaron durísimas críticas en los portales donde el establecimiento se promociona como un destino turístico “ideal”.
Lejos de ofrecer el confort que promete, los testimonios apuntan a un estado deplorable del edificio y una atención que bordea la indiferencia. Los visitantes narran cortes de agua caliente a mitad del baño —con la insólita excusa de que “todos eligieron bañarse al mismo tiempo”—, habitaciones con olor a humedad, frazadas deterioradas, baños sin mantenimiento y televisores obsoletos.
Uno de los comentarios resume el sentimiento general: “Por barato que cobran, resulta caro”.
El malestar se repite en cada reseña: aire acondicionado ruidoso, toallas percudidas, alfombras con olor, duchas frías, ventanas que no cierran y un desayuno apenas aceptable. A esto se suma la falta de conectividad, un servicio que el hotel anuncia pero que los huéspedes aseguran nunca estuvo disponible, con la explicación de que fue “cortado por problemas administrativos”, es decir, por falta de pago.
El contraste entre el discurso institucional de FOEVA —que habla de promover el turismo social y de calidad— y la realidad que enfrentan los visitantes pone en evidencia una gestión marcada por la desidia y la falta de control. No se trata solo de una cuestión estética o de comodidad: lo que está en juego es la credibilidad de una organización que debería garantizar condiciones mínimas de bienestar para quienes eligen sus servicios.
La responsable directa de esta administración es María del Carmen Geremias, conocida dentro del gremio como “Mari”, actual secretaria de Turismo y Recreación de FOEVA. Ella es quien prepara el hotel para recibir a delegaciones deportivas, mientras los propios afiliados quedan excluidos de la posibilidad de alojarse en el establecimiento que debería pertenecerles, porque —paradójicamente— les resulta más caro hospedarse allí que en cualquier otro hotel de la zona.

El manejo discrecional de los recursos, sumado a la falta de inversión y a las malas condiciones denunciadas por los huéspedes, ponen en duda la transparencia y la finalidad real con la que se administran los fondos destinados a la recreación.
Los comentarios, visibles públicamente en los mismos portales donde FOEVA se promociona, no son casos aislados: conforman un patrón que expone la decadencia de un espacio que alguna vez fue sinónimo de descanso y hoy es símbolo del descuido institucional.
Bajo la conducción de María del Carmen Geremias, la administración del Hotel FOEVA mantiene vínculos directos con la Municipalidad de Leandro N. Alem, en la provincia de Buenos Aires, donde la actual secretaria de Turismo y Recreación de FOEVA ha sabido tejer relaciones políticas y de gestión que exceden su rol gremial. Estas conexiones, que se presentan como “cooperación institucional”, han sido objeto de críticas por parte de afiliados y empleados que observan una confusión de intereses entre lo público, lo sindical y lo personal, especialmente cuando los recursos del hotel y sus servicios parecen destinarse más a fines políticos o promocionales vinculados al municipio que al bienestar real de los afiliados que deberían beneficiarse de ellos.
El turismo social no puede ser una fachada para justificar la mediocridad ni una excusa para ofrecer servicios indignos. Cuando quienes deberían garantizar la calidad se convierten en responsables del deterioro, el problema deja de ser una mala temporada y pasa a ser un modelo de gestión que ya no resiste una noche más.
Publicidad





