El mediocampista campeón del mundo reingresó con jerarquía y le dio otra energía a un equipo que venía atrapado en su propia monotonía.
Redacción Sergio Funes Sección Deportes ✍️ Diario Digital CM24HORAS
Boca y Unión empataron, pero el resultado fue lo menos importante. En un partido que parecía ir directo al archivo de los olvidables, una aparición cambió el pulso de la noche: la vuelta de Leandro Paredes, que en media hora alcanzó para despertar a un equipo que venía dormido, plano, previsible.
Durante más de 60 minutos, Boca fue eso: un equipo que repite fórmulas sin sorpresa ni variantes. El “dale Boca, dale Bo” bajaba desde las tribunas con más rutina que fervor, mientras en el campo la pelota circulaba sin convicción. Palacios no conectaba, Velasco era apenas insinuación, y el rival, sin hacer demasiado, encontraba facilidades para presionar y jugar en el error ajeno. Unión, fiel a su libreto, fue inteligente: apretó, cerró espacios y, en una de las pocas que tuvo, golpeó. Tarragona, tras un centro de Fragapane, firmó el 1-0.
El banco de suplentes comenzó a moverse cuando la gente lo pidió. “¡Movete, Boca, movete!”, reclamaban desde las tribunas. Entonces sí: Cavani, Paredes y otros nombres comenzaron a calentar. El ingreso del campeón del mundo fue inmediato en su efecto. Con él, Boca cambió el ritmo, se ordenó, se animó. Desde la base, con claridad y presencia, Paredes ordenó lo que antes era caos. No necesitó mucho tiempo para demostrar que está para ser eje y bandera.
En una de las pocas jugadas bien trabajadas, Barinaga ganó un córner y de ese tiro de esquina nació el empate: centro quirúrgico de Paredes y aparición en el área para poner el 1-1. No fue triunfo, pero sí una bocanada de aire fresco.
Boca aún necesita más. Mucho más. Pero encontró en Paredes a ese jugador capaz de cambiar el clima, de transformar la inercia en intención. Queda claro que, si quiere salir del pozo, será con él como conductor.
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