La interna chaqueña estalla por decisiones políticas motivadas por conflictos personales y aleja a referentes del interior del espacio de Carlos García.
Redacción Central|✍️ Diario Digital CM24HORAS
La política chaqueña vuelve a estar en el centro de la escena, esta vez por una interna que dejó al descubierto la fragilidad de los liderazgos cuando se confunde lo público con lo personal. La tensión entre “Capi” Rodríguez y el diputado nacional Carlos García no es solo una disputa de egos: es el síntoma de una conducción errática, cerrada y profundamente condicionada por conflictos internos.
Lo que comenzó como una convivencia incómoda dentro del mismo espacio terminó por estallar. La figura de Rodríguez —referente de peso en el territorio y con fuerte presencia en el interior de la provincia— fue perdiendo margen frente a un García cada vez más aislado y menos receptivo al disenso. Lo preocupante no es solo el quiebre político, sino los motivos que lo alimentan.
En el entorno del diputado nacional se ha instalado una lógica nociva: las decisiones políticas no se toman en función de estrategias colectivas o demandas sociales, sino por cuestiones personales. El rol de su jefe de despacho se volvió central en esta dinámica. Lejos de cumplir una función técnica o de articulación, se ha transformado en el eje de disputas internas que terminan definiendo rumbos, alineamientos y rupturas.
La política subordinada a las emociones personales y a los conflictos de pasillo tiene consecuencias. Y en este caso, ya son visibles. Varios referentes del interior decidieron alejarse del espacio que encabeza García, cansados de una conducción que no escucha, que se mueve por impulsos y que ha hecho del revanchismo una práctica cotidiana.
El quiebre con Rodríguez no es un hecho aislado. Es el emergente de una forma de construir poder basada en la exclusión, la desconfianza y la improvisación. En lugar de tender puentes, el diputado nacional eligió cerrarse en un círculo cada vez más pequeño, más hermético y menos representativo.
En tiempos donde la política necesita liderazgos sólidos, con capacidad de diálogo y con sensibilidad hacia los problemas reales de la gente, el caso de Carlos García refleja lo contrario: una conducción que pone por delante lo personal y lo inmediato, incluso a costa de dinamitar su propio espacio.
La pregunta, entonces, no es solo cómo se recompone este espacio tras la fractura, sino si sus dirigentes serán capaces de poner fin a estas prácticas que tanto daño le hacen a la política chaqueña. Porque mientras las decisiones sigan motivadas por enojos y vendettas, el único destino posible es el aislamiento y la irrelevancia.
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