LA PIZZA MARGARITA
Cuenta la historia que, -Raffaele Esposito,- un humilde panadero de Nápoles, cocinaba con muy poco: lo que tenía hace más de un siglo.
Resulta ser que muchos se esforzaban por servir platos exquisitos, mientras él combinaba pan plano con salsa de tomate y queso.
Dícese que lo miraban con desdén. Le decían que eso no era cocina, sino comida para pobres. Pero él no pensaba eso, cada bocado tenía dignidad.
CAMBIO DE VIDA
Sin embargo el destino, quiso otra cosa: la reina Margherita de Saboya deseaba probar sus platos.
Algunos pensaron que era una burla, que un simple panadero no podría estar junto a la realeza. Pero él no dudó.
Preparó una pizza con los colores de la bandera italiana:
rojo (tomate), blanco (mozzarella) y verde (albahaca).
Se dice que cuando la reina probó el bocado, pidió otra. Así nació la pizza Margherita.
UN EXITO TOTAL
Fue entonces que, a partir de ese momento, su nombre comenzó a resonar.
No fue la fama lo que lo impulsó, ni la publicidad, sino una receta que trascendió fronteras, clases sociales y generaciones.
Fue entonces que desde los niños de los barrios más humildes hasta las mesas de los palacios, la pizza se convirtió en un símbolo de unión.
Esposito jamás fue rico, ya que su invento no fue patentado, pero sí fue testigo de cómo lo simple puede volverse eterno cuando se cocina con pasión.
Con esto se demuestra que no se necesita mucho, para dejar una huella. Con pan, tomate y corazón, se puede alimentar al mundo entero.